"Niño geopolítico, observando el nacimiento del hombre nuevo" - Salvador Dali, 1943 - Oil on canvas, 45.5 x 50 cm - The Salvador Dalí Museum (Morse Charitable Trust), St Petersburg, Fl, USA.

lunes, 20 de septiembre de 2010

" LAS FUENTES DE LA AUTENTICIDAD" DE CHARLES TAYLOR



Armando Daniel Pantoja
Estudiante del Curso Introducción a la ética
Universidad del Valle

Según Charles Taylor, la ética de la autenticidad como algo nuevo, que esta basada en formas anteriores del individualismo de la racionalidad no comprometida en la que cada persona, tiene y debe pensar por si misma de una forma autorresponsable.

Pero se plantea también que la autenticidad ha entrado en conflicto con las formas anteriores, por que a pesar de haber nacido en época en la que fundamentalmente se rige sobre el individualismo de la racionalidad no comprometida, se mostraba crítica a esta.

De ahí que para entender su planteamiento se debe partir desde su inicio, en la que los seres humanos debe estar de moralidad o “Sentido Moral” de un sentimiento que nos lleve a descubrir lo que esta bien o lo que esta mal, que llevan a calcular consecuencias de premio o castigo divino, se puede decir entonces que la moralidad esta dotada de una voz interior.

La autenticidad se desarrolla a partir de un desplazamiento de esta idea de la moral, que nos puede ayudar a descubrir qué es lo correcto a la hora de actuar, basado en el pensamiento o significado independiente y crucial.

Todo se rige desde adentro de nosotros, según las visiones anteriores la fuente trascende al propio individuo, como es el caso de cualquier religión en el que la fuente moral es Dios o de otras doctrinas como la platónica donde sería el mundo de las ideas coronado por las ideas del Bien. Según estas nuevas noción  la autenticidad, la fuente moral la debemos buscar en nosotros mismos. Una nueva forma de interioridad en la que terminamos por pensar en nosotros mismos como seres investidos de una profundidad interior. Según Taylor, se puede entender, esta nueva visión, de la teoría agustiniana, por la cual el camino de Dios sigue la senda de una “conciencia reflexiva”

Uno de los autores que más contribuye al cambio es Rousseau, que plantea la visión de seguir la voz de la naturaleza, que surge en nuestro interior, pero que a la vez se pierde por medio de las pasiones que induce nuestra dependencia de los otros, generando una “libertad autodeterminada” una forma diferente de actuar. Soy libre cuando decido por mí mismo, sobre lo que me conviene sin que intervengan influencias externas. 

Uno de los peligros constantes ha sido el adoptar una posición instrumental, material, que ha hecho que se pierda la originalidad de ser y actuar libre he independientemente para encontrar unos objetivos claros.  

Cada ser humano, tiene una forma original de ser, y actuar para no salir del camino adecuado qué lo lleven a pensar de una forma correcta a la hora de “realizarse”. Por que la significación para determinar que cosa es más valiosa que otra se da dentro de uno mismo.


Gustavo Adolfo Palacios
Estudiante del Curso de Introducción a la ética
Universidad del Valle

Individuo, forma original

Lo que plantea y quiere evidenciar Taylor en este capítulo, es: ¿Cómo el sujeto en condición de su individualidad plantea una moralidad? Pasando la ética consecuencialista, Taylor explica lo que él denomina como “Las fuentes de la autenticidad”. En este punto encontramos que el individuo encuentra en sí mismo, la fuente permanente de un micro-mundo que se rige de acuerdo a criterios propios y sobre todo guiado por un sentir, que tiene su propia expresión en el interior de cada sujeto.

Cuando el sujeto produce una mirada al interior de sí mismo y su configuración como universo propio. Puede encontrarse con algo tan vasto que deje ver las posibles salidas de una problemática instaurada en el universo exterior, ante esto Charles Taylor propone argumentando a Rousseau, que el sujeto es portador de una libertad autodeterminada lo cual permite un fluir desde lo interior hacia lo exterior y no en una relación inversa (un individuo sujeto a las leyes impuestas por su mundo). Dicha interacción entre estos dos universos es posible gracias al sentir que vivencia el ser humano y la participación o más bien el reconocimiento de una interioridad que se expresa a través de cada ser.

En algunos casos puede ser reconocido como una voz interior que no es más que uno mismo, pero adentro, no afuera como siempre pretendemos pensarlo (incluso un pensamiento proviene desde adentro). Esto es identificado por Herder y su propuesta que conduce a pensar el ser humano como una forma original que prevalece e instaura una medida, la cual expresa una interpretación de moral subjetiva.

En este capítulo hay una firme propuesta enfocada a reconocer esa forma original y dejar por sentado su prioridad en el mundo contemporáneo, en el cual se pretende mostrar sujetos expresando su máximo sentido de libertad sujeto a las condiciones que impone un mundo exterior. Sino que el ser debe buscar que su interioridad se manifieste e interprete ese mundo de acuerdo a un sentir propio y por ende único.



Juan Seabastián Cadavid
Estudiante del Curso de Introducción a la ética
Universidad del Valle

Este tercer capítulo de La ética de la autenticidad repasa los orígenes de la “cultura de la autenticidad” moderna: desde el “individualismo de la racionalidad no comprometida”, de Descartes; pasando por el “individualismo político”, de Locke; o el eterno crítico de la racionalidad, el Romanticismo; hasta el pensamiento Rousseauniano y sus posteriores malformaciones totalitaristas. 

A partir de estas posibilidades genealógicas, Taylor se enfoca en la arraigada noción del “sentido moral intuitivo” que presupone que cada Ser Humano tendría inherentemente a sí la distinción valorativa binaria de lo malo y lo bueno. Para enlazar esta idea dieciochesca al moderno concepto de “autenticidad”, el autor se vale de la figurativa presencia del “desplazamiento del acento moral”: si aquella intuición del sentido moral, ese “contacto con nuestros sentimientos morales”, haya su desembocadura natural en la acción correcta o incorrecta; después de dicho “desplazamiento” el “acento” (la primacía, podría decirse) lo tiene puesto el gesto de volver a lo íntimo, el contacto con el interior reflexivo de cada individuo. El “desplazamiento del acento moral” se hace en sí mismo condicionante de la plenitud humana. 

Llama particularmente la atención eso que el autor denomina como el “giro subjetivo de la cultura moderna”, un recorrido curioso de la representación de lo “profundo interior” en la dinámica de la cultura occidental, donde se aprecia cómo el contacto con lo “sublime positivo” pasa de ser una búsqueda de ideas exteriores (“Dios o la Idea del Bien”, por citar ejemplos del filósofo canadiense) a una fuente interna donde podrían residir todas estas representaciones espirituales. 

Lo “profundo interior” puede rastrearse, dice Taylor, desde la filosofía agustiniana hasta las variantes de Jean Jacques Rousseau. A propósito de este último, Charles Taylor postulará la noción de “libertad autodeterminada”, cuya significación desliga las “imposiciones externas” de las decisiones del sujeto: éste se hace libre en tanto decide por sí mismo. 

Ya en El contrato social, siguiendo al autor, se evidenciaba una suerte de politización de esta idea cuando Rousseau señala que si el Estado ha sido gestión de una comunidad libre, no hay cabida para la oposición en nombre de otra libertad alguna. Si las consecuencias políticas de lo anterior han sido lamentables, lo que sí es destacable es que en este vuelco a lo intrínseco para adoptar posiciones, en este contacto con lo “profundo interior”, en esta fidelidad “a la propia originalidad”, en esta justa “medida” (en el decir de Herder), subyace para Taylor la definición de sí mismo que realiza el sujeto moderno: las fuentes de la autenticidad se erigen como asidero de una tesis cara para el autor, la de la autenticidad como ideal moral.         


Breina palacios Rodríguez
Estudiante del Curso Introducción a la ética
Universidad del Valle



La ética de la autenticidad es una de las vertientes de la cultura moderna, sin embargo éste es el resultado de un proceso de pensamiento que se puede remitir un poco más atrás de la propia edad moderna.

En el periodo romántico, los seres humanos están dotados de un tipo sentido moral, una especie de sentimiento intuitivo que les permite discernir entre lo que está bien o mal, podríamos entender este sentimiento como una especie de voz interna que guía al hombre a la hora de actuar. Este sentimiento era el resultado de una búsqueda, la cual era alcanzar ser verdaderos y plenos seres humanos, es decir, tener una existencia plena, pero a esta existencia plena se llegaba si había un contacto con Dios o con la idea de bien, y por tanto la única forma de llegar a Dios era a través de correctos actos.

Los estudios de San Agustín lo llevaron a observar que la senda que conducía a Dios pasaba por la conciencia reflexiva respecto a nosotros mismos, en otras palabras, si bien seguía una tendencia a llegar a Dios o a ser aceptados por él, este camino que habría que recorrer era interno y no sujeto a experiencias externas.

Sin embargo es con Descartes, para quien cada persona piensa por si misma de forma autoresponsable, con quien se da el “giro subjetivo” de la cultura moderna, una nueva forma de asumirse a sí mismo (individualismo). El pensamiento de la persona y su voluntad están por encima de la obligación social, esto último se puede verse más claramente con locke. 

Con Roussau, la cuestión de la moralidad consiste en seguir la voz de la naturaleza que surge de nuestro interior, una especie de contacto con uno mismo. Esto es lo que se conoce como libertad autodeterminada: soy libre cuando decido por mi mismo sobre aquello que me concierne en lugar de ser configurado por influencias externas, es decir, la capacidad que tiene el hombre para decidir sobre sí, sólo por sí mismo. 

Herder considera que cada persona o individuo tiene una forma original de ser humano, por tanto es importante ser fiel a uno mismo y el modelo de vida que se debe seguir se encuentra en sí mismo y no en lo exterior, de este modo, se deja de ser un simple instrumento manipulado y se pasa a ser original. Pues ser fiel a sí mismo significa ser fiel a la propia originalidad.

Así el ideal moderno de autenticidad consiste en desarrollar un potencial que sea en verdad el propio, donde se busca una autorrealización y un desarrollo de sí mismo, en otras palabras encontrar la forma de realizarse. 



Miguel Ángel Reyes
Estudiante del Curso Introducción a la ética
Universidad del Valle

Para Taylor, la ética de la autenticidad supone algo nuevo en la cultura moderna, pues se erige sobre formas anteriores de individualismo (como el individualismo de la racionalidad no comprometida de Descartes y el individualismo político de Locke). De manera que su punto de partida es el siglo XVIII y el desplazamiento del acento moral de la autenticidad, donde una denominada «voz interior» que funcionaba como medio para concretar el fin de dictar lo correcto e incorrecto de las acciones humanas, se desplaza de los juicios morales –o su fin- y actúa independientemente como una forma de realización plena para los sujetos. De forma que, antes que el contacto con una fuente divina o del bien, el ideal moral de la autenticidad se funda en el contacto con la profundidad del yo. Esto como parte del giro subjetivo de la era moderna, a su vez, no excluye la ligazón con Dios, las ideas, y el mundo exterior.

Las primeras versiones de esta visión se ubican en el teísmo o panteísmo de Jean Jacques Rousseau, que no solo inició el cambio con el recurso a un contacto íntimo o voz de la naturaleza que resolvía las cuestiones morales, sino que también lo articuló a la noción -denominada por Taylor- libertad autodeterminada o la idea de que se es libre cuando se decide por sí mismo lo que le concierne a la persona. Sin embargo, el ideal de la autenticidad se aviva con una evolución posterior a Rousseau relacionada con Herder, que establece que cada persona tiene su propia «medida» o forma original de ser humano. Fundando, de esta manera, una nueva clase de significado moral sobre las diferencias entre las personas, que le concede una nueva importancia al hecho de ser fiel a sí mismo y de encontrar la forma de ser humano que constituye su forma propia.

A su vez, esta pretensión considera como riesgo el peligro de perderse por conformidad con el mundo exterior, por lo que este contacto consigo mismo introduce el concepto de originalidad o la pretensión de autenticad. Así pues, como señala Taylor, “ser fiel a uno mismo significa ser fiel a la propia originalidad” y al enunciarlo se está definiendo la persona a sí misma; siendo este, pues, el trasfondo que otorga fuerza moral a la cultura de la autenticidad aún en sus formas degradadas y trivializadas.

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