"Niño geopolítico, observando el nacimiento del hombre nuevo" - Salvador Dali, 1943 - Oil on canvas, 45.5 x 50 cm - The Salvador Dalí Museum (Morse Charitable Trust), St Petersburg, Fl, USA.

jueves, 23 de septiembre de 2010

"HORIZONTES INELUDIBLES" DE CHARLES TAYLOR


Diana Patricia Doncel Quinayas
Estudiante del Curso Introducción a la ética
Universidad del Valle

Este capítulo plantea la necesidad que tenemos de reconocer lo externo, aquellos horizontes de significación para poder definirnos, pues de lo contrario esa definición caería en lo trivial. Taylor inicia preguntándose por la posibilidad de hablar razonablemente con una persona que se halla sumida en la cultura de la autenticidad; planteando como objetivo la afirmación de que se puede argumentar razonadamente estas cuestiones, esta pretensión –como la llama Taylor- ayudará a comprender mejor el ideal de la autenticidad.

Veíamos en El debate inarticulado como el subjetivismo moral hacía a un lado el lugar de la razón en las disputas morales. En este capítulo Taylor plantea que “razonar en cuestiones morales significa razonar con alguien”, en este razonamiento el reconocimiento de una exigencia moral permite una discusión entre iguales. Es así como apelando al carácter dialógico de la vida, Taylor plantea aquí la importancia que tiene el otro en nuestra autodefinición, en donde nuestra identidad se construye en diálogo con aquello que nos rodea; será este carácter dialógico y algunos aspectos de la autenticidad lo que utilizará Taylor para demostrar lo errónea que pueden ser las formas de  autorrealización que no reconocen “(a.) Las exigencias de nuestros lazos con los demás o (b) las exigencias de cualquier tipo que emana de algo que está más allá de los deseos o aspiraciones humanas” (pág. 70) dado que destruye las condiciones en que se realiza la autenticidad. Será en éste capítulo donde desarrollará el punto b.

A diferencia del subjetivismo que tiende a dejar de lado el significado pues el valor se halla en la elección; Taylor nos dice que la definición de nosotros mismos se da resaltando lo significativo, lo cual es algo que nosotros no determinamos, destruyéndose así –según Taylor- el relativismo blando; lo significativo se encuentra en el horizonte, este no se puede dejar de lado en el momento de definirnos. Si bien, la autenticidad se funda en la libertad autodeterminada, la elección de vida que supone ésta libertad no se desentiende de lo significativo. Pero, por otro lado ese trasfondo que sostiene la importancia de la elección no es suficiente como horizonte, aquí se introduce el ideal de la autoelección, en donde se supone que hay otras cuestiones significativas más allá de uno mismo.

Al dejar de lado los horizontes de significación que trasciende al yo, la cultura de la autorrealización no está en sintonía con la cultura de la autenticidad, pues no reconoce las condiciones de significación, las exigencias que están más allá del yo, “La autenticidad no es enemiga de las exigencias que emanan de más allá del yo; presupone esas exigencias.” (pág. 76)

Miguel Ángel Reyes 
Estudiante del Curso Introdución a la ética
Universidad del Valle

En esta parte, el autor aborda la pregunta de cómo se puede discutir razonadamente algo con quienes viven la cultura de la autenticidad moderna, para lo que se establece que como base a cualquier respuesta debe entenderse que el rasgo general de vida humana es el carácter dialógico de la misma, del cual se desprenden nuestra capacidad de conformar pensamientos, lenguajes y por supuesto, las identidades de los individuos. Esto último es así, en cuanto la aportación de otros significativos tanto en el comienzo de la vida como a lo largo de esta, configuran el entendimiento de quien creemos ser.

Posteriormente, Taylor comenta de qué manera existen ciertas exigencias inherentes al ideal de la autenticidad y como resultan inadecuadas sus formas “egocéntricas” y “narcisistas”. De allí que argumente que la definición de sí mismos no puede hacerse sino con respecto a lo que significativamente me diferencia de los demás, no por lo que la persona pueda determinar es significativo –como hace el relativismo blando- sino por el fondo de inteligibilidad u horizonte de significados que configuran la realidad. Así pues, quien suprima o niegue los horizontes que otorgan significación a las cosas, reduce la legitimidad de su definición al ejercicio de elección entre varias opciones y priva, a su vez, a estas opciones de su significación. De esta última forma, se deduce que este discurso termina por la simple afirmación y exaltación de la elección, o lo que es lo mismo la afirmación del principio subjetivista que alimenta al relativismo débil. Además, una diferencia presentada de esa forma se convierte en insignificante en tanto que la exaltación de la elección inhibe la orientación de que la opción escogida tenga igual valor que las demás.

Así pues, para Taylor la autenticidad no puede defenderse con formas que hagan desplomarse los horizontes de significados, por lo que la libertad autodeterminada solo tiene sentido en cuanto ciertas cuestiones puedan argumentarse ser más significativas que otras. De manera que las formas egocéntricas y narcisistas son formas superficiales y trivializadas de la autoelección, y son así porque huyen de las exigencias de este ideal, llegando incluso a posturas de autoanulación. 

Taylor concluye, entonces, que solo se define una identidad contra el trasfondo de aquellas cosas que tienen importancia, y que la autenticidad no es enemiga de las exigencias que emanan de más allá del yo, antes bien, presupone estas exigencias.

Gustavo Andrés Jimenez
Estudiante del Curso de Introducción a la ética
Universidad del Valle

El autor da inicio a este capítulo reconociendo la cuestionabilidad de la aplicación de la razón al fenómeno de la autenticidad presente en las gentes de la cultura contemporánea, agregando que razonar sobre las cuestiones morales implica razonar con alguien. Así pues siguiendo la idea de que las personas de la cultura contemporánea intentan seguir este ideal -de la autenticidad- Taylor plantea dos inquietudes que le son consecuentes: ¿cuales son las condiciones necesarias para la realización de este ideal? y ¿a que apela el ideal adecuadamente entendido? 

Así con miras a la resolución de estas inquietudes, el autor aborda en primera instancia el carácter fundamentalmente dialógico de la vida humana, sosteniendo y recalcando que esta característica se mantiene de manera permanente más allá de la génesis del desarrollo humano. Hecho fácilmente constatable en el fenómeno de la identidad. Esta determinación generaría unas objeciones que obligan al autor a definir qué entiende por identidad: “se trata de “quién” somos y “de dónde venimos”. Como tal constituye el trasfondo en el que nuestros gustos y deseos, y opiniones y aspiraciones, cobran sentido”

Una vez Taylor ha establecido una relación entre el carácter dialógico y la identidad, propios de la condición humana,  decide relacionarlas con ciertas exigencias inherentes al ideal de autenticidad, siendo las denominadas egocéntricas y “narcisistas” manifiestamente inadecuadas debido a que desconocen las exigencias propias de los lazos con los demás, y de igual manera las exigencias propias “de algo que está más allá o fuera de los deseos y aspiraciones humanas”. Siendo consecuencia de este desconocimiento la destrucción misma de la autenticidad.

Así pues abordando el tema de los lazos con los demás el autor plantea que la definición de lo que es significativo -en términos de la originalidad-  está dado en la relación con los otros, en una diferenciación con respecto a los demás. Con esto en mente el llamado   relativismo blando “sería algo disparatado”, como lo plantea el autor. Y esto ocurre debido a que “el que tengamos cierta impresión de las cosas nunca puede constituir base suficiente para respetar nuestra posición, porque nuestra impresión no puede determinar lo que es significativo. El relativismo blando se auto destruye”. Estas disertaciones llevan al autor a resaltar que las cosas adquieren importancia contra un fondo de inteligibilidad, un horizonte de significado.

Con miras a hacer más aprehensible el fenómeno del horizonte de significado el autor realiza una incisiva crítica a la cultura contemporánea manifestando que la “...libertad autodeterminada. Es en parte responsable del acento puesto en la elección como consideración crucial, y también del deslizamiento hacia un blando relativismo”. Insistiendo de igual manera en el hecho de que en el fenómeno de la elección existirían opciones que tendrían más significado que otras,  por tanto -si se desconoce el horizonte de significado- “el ideal mismo de auto elección como idea moral sería imposible”.

De éste modo el autor plantea que el horizonte de significado es una suerte de soporte del ideal moral de la cultura contemporánea, “de modo que el ideal de auto elección supone que hay otras cuestiones significativas más allá de la elección de uno mismo. La idea no podría persistir por sí sola, porque requiere un horizonte de cuestiones de importancia, que ayuda a definir los aspectos en lo que la autoformación es significativa”. De igual manera el autor insiste en que el horizonte de significado contempla de manera necesaria las exigencias que proceden de más allá del yo, así pues, la existencia en “un mundo en el que la historia, o las exigencias de la naturaleza, o las necesidades de mi prójimo humano, o alguna otra cosa de ese tenor tiene una importancia que es crucial, puedo yo definir  una identidad para mí mismo que no es trivial”. Concluyendo que no existe enemistad o incompatibilidad alguna entre dichas exigencias y la autenticidad.

Finalmente el autor termina éste capítulo abordando el problema de una forma de realización que niega los vínculos con los demás.

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